domingo, 17 de mayo de 2009

La canción de María


Adys González de la Rosa - desde Buenos Aires

Loca,
¿qué saben lo que siento,
ni qué remordimiento
se oculta en mi interior?

Sus movimientos precisos, su manera de crecer como una gran diva, volverse gigante sobre su máquina de coser, cantar como Libertad Lamarque, con una voz que estremece, o quedarse encorvada, insignificante, casi como una sombra, la gris costurera que permanece en silencio con los labios apretados sujetando los alfileres… Imágenes fuertes que impactan en Nada del amor me produce envidia, texto de Santiago Loza, dirigido por Diego Lerman y magistralmente actuado por María Merlino. Partió de la actriz la idea de organizar este material unido a su deseo de interpretar y cantar a Libertad Lamarque. Como ella, se vino de la provincia a Capital y pasó gran parte de su infancia escuchando radioteatros, esto resulta, junto al tango, referente importante de la puesta.
Las frustraciones y anhelos de una mujer que ha pasado su vida cosiendo, metida en su taller sin ventanas, admirando y cantando a Libertad Lamarque, “la novia de América”, se nos revela desde las esencias del alma femenina, finamente bordadas en escena. La contención de tantos años en los que la costurera ha sufrido la ausencia del amor o más bien vivido “un amor sin hombre”, la única presencia y compañía de su maniquí como interlocutor y su máquina Singer como espacio de realización, todo se rompe y desborda a partir del momento en que recibe una tela única. El sólo roce despierta el tacto y extiende el disfrute de la palma de la mano al resto del cuerpo, merece un vestido también único y no por casualidad pertenece a esa única mujer que ha venerado toda la vida. Es así que aparece en su taller Libertad, “la que le dio el tortazo a Evita”, pero como si esto fuera poco, también llega hasta su cuarto, atraída por su fama o simple casualidad, Eva Duarte. Ambas mujeres, destinadas al enfrentamiento, desean el mismo vestido y es ahora que la decisión está en sus manos, es el momento de determinar sobre “las grandes”, se siente poderosa y a la vez no sabe qué hacer “al fin y al cabo todos esperamos una vida para decidir cosas como estas y cuando ocurren no estamos preparados… como si el cuerpo se resistiera y doliera… y el único deseo que existe es que todo pase y todo vuelva a ser como antes… igual… con mi yo diluido y todo”. Entonces estalla el desenfreno y canta “Loca” y el fuego todo lo consume.


Este es uno de esos trabajos en que el engranaje es perfecto. Se admira la escueta escenografía, la iluminación exacta, el diseño de vestuario que acompaña la inhibición y explosión del personaje, la selección musical y la dirección puntual. Elementos todos que se condensan y engrandecen en la actuación de María Merlino, quien explota en sus justas dimensiones los códigos del melodrama. El reducido espacio de representación y la cercanía nos obliga a concentrarnos en el movimiento de sus manos, en las sombras que se proyectan en la pared como los fantasmas de Eva y Libertad. Las canciones de los años 30, interpretadas mayormente a capella con su inusual timbre, nos remiten claramente la época.
Nada del amor me produce envidia es un vestido de delicadas telas, cuidadosamente confeccionado, puntada a puntada, por las manos de un equipo y sin lugar a dudas, muy bien exhibido por Merlino, que gradualmente y sin excesos deja de ser la gris costurera y se convierte en la estrella de la noche, “no había una costurera de barrio disfrazada, no, lo que veía era una reina enloquecida…”


Nada del amor me produce Envidia
Autor: Santiago Loza
Dirección: Diego Lerman
Actriz: María Merlino

Dirección musical: Sandra Baylac
Escenografía: Silvana Lacarra
Iluminación: Fernando Balcells
Vestidores: Guido Lapadula

1 comentario:

  1. Limpio el articulo de la critica cubana Adys Gonzalez. lleno de poesia y precision. dan ganas de ver el espectaculo.
    williamscalero@hotmail.com

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